La historia del perfume.
Quien domina los olores domina los corazones de la gente. Patrick Züskind. El perfume.
Chanel, Dior, Versace, Gucci… el abanico de esos aromos magníficos es interminable, y para cada uno
de nosotros hay uno especial, cautivador, sin el cual no se empieza el día y no se asiste a ningún evento
importante. A veces los cambiamos dándole preferencia a un nuevo aroma, y por tanto, a un nuevo
estado de ánimo, nuevas sensaciones.
Sí, el perfume es una parte esencial de nuestro aspecto, sensaciones y hasta cierto punto, nuestras
relaciones con el mundo que nos rodea. Sin embargo, esa historia de amor entre persona y perfume
apenas cuenta con 100 años. El perfume se introdujo en la vida de la sociedad actual aproximadamente
al mismo tiempo que el automóvil. La humanidad se hizo testigo de unas huellas totalmente nuevas, las
de los automóviles en las carreteras y las del perfume en las estancias.
Por supuesto, el perfume no apareció de la nada y no se introdujo en nuestra vida de repente. Aún en el
lejano año 1370 se fabricó un perfume a base de aceites aromáticos y alcohol para la reina Isabel de
Hungría. Este perfume se extendió bajo el nombre de “agua húngara”. Mucho antes, en los antiguos
imperios de Mesopotamia, Egipto, Roma y Persia se llevaban a cabo intentos exitosos de fabricar
aromas que se usaban mayormente durante sacrificios.
En la mitología antigua egipcia, había incluso un dios de aromas, Dedun. En el II milenio antes de nuestra
era, una mujer versada en la química llamada Taputi fabricaba perfumes, según consta en una tabla de
inscripciones cuneiformes. En resumen, el interés de la humanidad hacia los perfumes tiene miles de
años.
Pero el perfume se hizo masivamente accesible a los principios del siglo pasado, y aún así, el lujo
aromatizado era asequible solamente para los acaudalados miembros de la sociedad.
El siglo XX traía la esperanza de novedad, originalidad, confort y, por supuesto, belleza. Esta última
venía de las manos de los maestros artesanos de moda, los sastres parisinos quienes decidieron que el
perfume era un accesorio importante para la imagen femenina (y no solo femenina). Empezó la marcha
triunfal del perfume por el planeta. Era verdaderamente triunfal, ya que cautivaba millones de
corazones, cautivaba el mundo. París se convirtió no solo en el referente de la moda sino también en el
referente del perfume. Desde París empezaron a extenderse las notas de rosa y lavanda, de sándalo y
musco, jazmín e iris, convallaria y violeta.
La legendaria Coco Chanel, con su típica audacia, nombró el primer aroma creado por la casa Chanel por
su propio nombre, Chanel Nº5. Christian Dior dijo una vez: “El perfume es un matiz indispensable de la
individualidad femenina, el último toque de la imagen”.
Hoy en día es difícil orientarse en un boutique de perfumes debido a la cantidad de opciones ofrecidas, y
cuantos más aromas crean los hechiceros perfumeros más difícil es elegir ese único e irrepetible, creado
especialmente para nosotros. Pero en el mundo del perfume hay una regla fundamental: las leyendas
siempre son leyendas. Y cuando elegimos una leyenda, nos sentimos partícipes del antiguo misterio de
creación de un aroma, experimentamos nuestro derecho a difundir el aroma mágico y dejar su huella.
de nosotros hay uno especial, cautivador, sin el cual no se empieza el día y no se asiste a ningún evento
importante. A veces los cambiamos dándole preferencia a un nuevo aroma, y por tanto, a un nuevo
estado de ánimo, nuevas sensaciones.
Sí, el perfume es una parte esencial de nuestro aspecto, sensaciones y hasta cierto punto, nuestras
relaciones con el mundo que nos rodea. Sin embargo, esa historia de amor entre persona y perfume
apenas cuenta con 100 años. El perfume se introdujo en la vida de la sociedad actual aproximadamente
al mismo tiempo que el automóvil. La humanidad se hizo testigo de unas huellas totalmente nuevas, las
de los automóviles en las carreteras y las del perfume en las estancias.
Por supuesto, el perfume no apareció de la nada y no se introdujo en nuestra vida de repente. Aún en el
lejano año 1370 se fabricó un perfume a base de aceites aromáticos y alcohol para la reina Isabel de
Hungría. Este perfume se extendió bajo el nombre de “agua húngara”. Mucho antes, en los antiguos
imperios de Mesopotamia, Egipto, Roma y Persia se llevaban a cabo intentos exitosos de fabricar
aromas que se usaban mayormente durante sacrificios.
En la mitología antigua egipcia, había incluso un dios de aromas, Dedun. En el II milenio antes de nuestra
era, una mujer versada en la química llamada Taputi fabricaba perfumes, según consta en una tabla de
inscripciones cuneiformes. En resumen, el interés de la humanidad hacia los perfumes tiene miles de
años.
Pero el perfume se hizo masivamente accesible a los principios del siglo pasado, y aún así, el lujo
aromatizado era asequible solamente para los acaudalados miembros de la sociedad.
El siglo XX traía la esperanza de novedad, originalidad, confort y, por supuesto, belleza. Esta última
venía de las manos de los maestros artesanos de moda, los sastres parisinos quienes decidieron que el
perfume era un accesorio importante para la imagen femenina (y no solo femenina). Empezó la marcha
triunfal del perfume por el planeta. Era verdaderamente triunfal, ya que cautivaba millones de
corazones, cautivaba el mundo. París se convirtió no solo en el referente de la moda sino también en el
referente del perfume. Desde París empezaron a extenderse las notas de rosa y lavanda, de sándalo y
musco, jazmín e iris, convallaria y violeta.
La legendaria Coco Chanel, con su típica audacia, nombró el primer aroma creado por la casa Chanel por
su propio nombre, Chanel Nº5. Christian Dior dijo una vez: “El perfume es un matiz indispensable de la
individualidad femenina, el último toque de la imagen”.
Hoy en día es difícil orientarse en un boutique de perfumes debido a la cantidad de opciones ofrecidas, y
cuantos más aromas crean los hechiceros perfumeros más difícil es elegir ese único e irrepetible, creado
especialmente para nosotros. Pero en el mundo del perfume hay una regla fundamental: las leyendas
siempre son leyendas. Y cuando elegimos una leyenda, nos sentimos partícipes del antiguo misterio de
creación de un aroma, experimentamos nuestro derecho a difundir el aroma mágico y dejar su huella.